miércoles, 26 de agosto de 2015

Teatro cruel

El mundo está hecho...¿para qué? Hay quién dice que para ser vivido, mientras que otras personas piensan que para ser destruído. Hay gente que piensa que el mundo debe ser leído, y otros creen que debe ser salvado. Supongo que existen tantos puntos de vista como seres humanos. Sin embargo, yo no tengo respuesta a esa pregunta, pero, en cambio, sí que puedo decir qué es lo que yo hago. A pesar de eso, no podría decir por qué lo hago.

Yo me dedico a contemplar el mundo desde una posición apartada. Veo y escucho. Observo y atiendo. Pero nunca interfiero. A veces me pregunto por qué no soy capaz de interactuar, pero no encuentro una respuesta. Supongo que me da miedo romper el frágil equilibrio en el que se encuentra el mundo; el frágil equilibrio que nos ha mantenido con vida durante tanto tiempo. Tengo miedo de romper el mundo ya que soy una persona que tiende a destruir todo lo que toca. Aunque pensar que una sola persona puede llegar a romper el mundo es un punto de vista bastante egocéntrico, pero eso es otro tema.

Por esa razón, me siento y observo, como en una obra de teatro. Porque la vida es eso, una obra de teatro. Poético, ¿verdad? Pero, por desgracia, es la jodida verdad. Nacemos solos y morimos solos; el resto no es más que el atrezzo del teatro. Las vidas son sólo eso: obras de teatro. Algunas son tragedias, otras comedias, otras una mezcla de las dos. Tenemos hasta banda sonora. Hay personajes principales y secundarios, así como simples figurantes. Hay de todo. Hay de todo, menos guión.

Luego está mi vida. Pensándolo fríamente, creo que mi vida no es una obra de teatro. Ni siquiera una tragedia, que sería a lo que más se podría parecer. Yo, simplemente, me siento y observo. A veces miro desde un patio de butacas en el que estoy completamente sola. Otras veces contemplo la obra entre bastidores. En algunas ocasiones me encuentro observando desde arriba, junto con las luces. Otras veces me encuentro en los camerinos, escuchando el ruido que proviene del escenario, pero muy lejano y bajito. A veces también estoy en la cabina de sonido, mirando el escenario de lejos, escuchando los diálogos y mirando fríamente las situaciones ante las que se encuentran los personajes. Otras veces simplemente me voy del teatro y salgo al callejón oscuro, vacío, silencioso y frío que hay detrás del edificio.

Sin embargo, hay una cosa que nunca ha pasado; nunca estoy sobre el escenario. Al menos, no la verdadera yo. Desde donde quiera que esté, veo mis personajes principales, los secundarios y los figurantes, escucho la banda sonora, observo cómo cambian los paisajes y el atrezzo... Pero me siento como si estuviera fuera del escenario. Es como verlo todo desde fuera. Como si me viera a mí misma actuar. Sólo que no soy yo. Puede que a quien vea actuar sea una marioneta que alguien controla. O puede que la controle yo sin saberlo. Soy una sombra de algo que no conozco.

El caso es que nunca estoy sobre el escenario, aunque tampoco es que quiera estarlo; me da pánico. Prefiero quedarme observando en silencio, contemplando cómo todo cae y se destruye. Viendo cómo a los actores se les olvida su "no-guión"; viendo cómo fallan las luces o la música. Contemplando cómo todo se reduce a simple polvo hasta que se cierre el telón.