lunes, 10 de octubre de 2016

Pero olía a queroseno

Hoy parecía que alguien había pintado el cielo con pincelada suelta, pero olía a queroseno.
El mismo queroseno que alimenta las llamas que quema nuestros sueños.
El mismo queroseno que alimenta las llamas que quema nuestros cuerpos en una ciudad sin nombre (pero sí con dueño)
Tengo las uñas manchadas de sangre y suciedad, y es que no paro de arañar la jaula que me encierra.

He llegado a arrancarme las alas porque me daba pena que llevaran tanto tiempo paradas.
Arranqué primero las plumas; una a una. Y mis gritos y mi llanto se mezclaban con la agonía que flotaba en la jaula.
Luego, cuando ya no quedaban plumas, arranqué el esqueleto. Arañé, tiré, forcejeé. El dolor y la agonía se mezclaban con el olor a sangre y óxido.

Mi tamaño se reducía cada vez más mientras la jaula se hacía más grande por momentos. Al final me quedé temblando en una esquina de la jaula.
Ya no estaba oscuro; podía ver el cielo.

Hoy parecía que alguien había pintado el cielo con pincelada suelta, pero olía a queroseno.
El mismo queroseno que alimenta las llamas que queman la jaula.
El mismo queroseno que alimenta las llamas que me queman viva.