domingo, 17 de abril de 2016

Incongruencias

Quizá a esto se le puede llamar un prólogo. Y es que veía necesaria una pequeña explicación a este texto. Lo acabo de escribir y no lo he leído cuando he terminado. Me da igual. No he revisado ni siquiera si hay faltas de ortografías. Me parece un texto mágico porque representa cómo me hace sentir y lo que pienso (sólo un poquito) tras escuchar una canción en un idioma que no conozco y leer la traducción de su letra hecha por fans en los mismos comentarios del video. Seguramente el texto no tenga sentido, pero me parece mágico y precioso a su manera. Sé que no habrá muchas personas que acaben leyendo esto, pero espero de verdad que aquellas que lo lean sientan un poco. Sentir. Y punto. 


Y supongo que estar agradecida por vivir es algo que debo hacer sin preguntar si quiera. Desde el mismo momento en el que nací se me quitó el libre albedrío. A partir de entonces todo el mundo ha elegido por mí. No hay nada que haya hecho por elección propia. Quizá ni siquiera esté escribiendo esto por elección propia. Por eso me atrae, me interesa, me parece interesante la idea del suicidio. No se puede elegir cuando uno nace, pero quizá en algunos casos sí se puede elegir cuando morir. El problema es el resto. El resto siempre es el problema. Siempre tristes por todo; siempre culpándose por todo; siempre culpando al resto. Como el perro del hortelano. Una de mis canciones favoritas dice “Gracias dios. Gracias de verdad”. Lo bonito de la canción es que siempre lo dice en tono irónico. Y esa frase se me quedó grabada desde la primera vez que escuché la canción. Quizá porque era lo único que entendí la primera vez, quizá porque la segunda leí la letra y todo cobró sentido. Pero esa frase me parece preciosa. De vez en cuando me sorprendo a mí misma canturreando sólo esa parte de la canción “Kamisama arigatou. Hounto ni arigatou”. Una y otra vez. Sólo esa parte. Una y otra vez. Y quizá lo que siempre he necesitado ha sido creer en un dios, en un ente que siempre estuviera ahí, alguien en quien creer, alguien a quien echar la culpa de todo. Mire donde mire todo está vacío. No hay ningún dios a quien darle las gracias. No hay ningún dios a quien echar las culpas. Lo más bonito es una cuidad de noche. Tranquila. Sin nadie. Por suerte aún no he manchado ninguna noche así con mi presencia; pero tengo ganas de hacerlo. Cada día es más vacío que el anterior, quizá porque cada día el mundo está un poquito más muerto que el anterior. No hay ningún dios a quien echar la culpa de esto. No hay ningún dios a quien agradecer esto. No hay ningún dios que pueda explicarme el por qué. “¿El por qué de qué exactamente?” pienso automáticamente. “El por qué. Y punto” me respondo enseguida. Pues entonces me toca a mí buscar el por qué. Aunque seguramente muera en el intento. Aunque seguramente pierda las ganas. Aunque seguramente ya mañana me de igual.



神様ありがとう

ほんとにありがとう