miércoles, 24 de febrero de 2016

Autobus I

Hoy el autobus iba lleno; no cabía nadie más. A penas podía moverme y tuve que poner la mochila a mis pies para no agobiarme tanto. La música en mis auriculares estaba lo más alta posible y no escuchaba nada más allá de las notas musicales que se colaban por mis orejas. Estaba completamente aislada del mundo; encerrada y callada. En el trayecto solamente he levantado una vez la vista, y creo que ha sido lo mejor que he hecho en mucho tiempo. Ha sido lo mejor porque he podido ver cómo era. Lo primero en lo que me he fijado ha sido su blanca, blanca piel en contraste con el corto pelo negro que tapaba sus orejas. Sus ojos de rasgos asiáticos combinaban con su pequeña y chata nariz. Debía tener unos diecinueve años, pero aún había marcas de acné adolescente en su rostro. Ni sonreía ni adoptaba una actitud seria, pero algo en su forma de estar me daba a entender que estaba alegre.

Todo esto en nada más que un par de segundos. He observado cómo era hasta que he visto de reojo que se giraba para mirar en mi dirección. Ha sido entonces cuando he bajado la mirada y cuando me he fijado en su sudadera negra y en sus anchos pantalones vaqueros. Jugaba con su teléfono dentro del bolsillo de su chaqueta y con la mano que le quedaba libre se recolocaba una y otra vez los auriculares.

Sin embargo nada de esto ha sido lo que más me llamaba la atención sobre su persona; no era su blanca piel, ni su oscuro pelo. Tampoco lo eran sus granos o sus ojos rasgados, ni mucho menos el estilo perfecto con el que portaba la ropa. Lo que me ha enamorado a primera vista ha sido lo que he visto al bajar del todo la mirada otra vez. Lo que de verdad ha hecho que me enamorara ha sido una enorme rozadura que tenía en la zona del tobillo derecho. No he podido parar de mirarla hasta que se ha bajado del bus. No podía parar de pensar en cómo se había hecho la roja herida. No podía para de pensar en las miles de historias que justificarían su cojera al bajar del autobús. No paraba de imaginar situaciones en las que se hacía daño.


Era su rozadura roja y casi sangrante en su tobillo derecho lo que me ha enamorado. Y todo lo demás me era irrelevante.